Un Techo Para Un Psicólogo
  EN BUSQUEDA DE LA PSICOLOGÍA Y UN PSICÓLOGO
 

Hola muchachos, saludos a todos. Poniéndome al día con algunas de las tareas que todavía tengo pendiente.

          Las reflexiones que van a continuación surgieron a comienzos del curso, allá por el mes de junio, y contienen algunas ideas o pensamientos acerca de los temas que ya hemos expuesto como disparadores en algunos encuentros en este espacio de taller. Sin embargo me parece oportuno compartirlas con ustedes pues, entre otras cosas, tiene mucho que ver con el tema que pretendo abordar y me sirve además, como introducción al mismo. Ustedes recuerdan que yo había mencionado el libro de Bruno Bettelheim “EL ARTE DE LO OBVIO”, del cual extraje algunos pasajes que relatan la forma en que este experimentado psicoanalista, realizaba el abordaje terapéutico de algunos pacientes que habían “desbordado” la capacidad de los integrantes del equipo médico encargado de su tratamiento.  
          Bettelheim nació en Viena en 1903 y falleció en 1990, se doctoró en la universidad de esa ciudad y, tras haber pasado un año en los campos de concentración de Dachau y Buchenwald, emigró a los Estados Unidos en 1939, donde enseñó psicología y psiquiatría y se ocupó en especial de los problemas de los niños psicóticos.
          Este libro es el resultado de un seminario para jóvenes terapeutas que Bruno Bettelheim y Alvin Rosenfeld iniciaron en 1977 en la ciudad de Stanford y que se desarrolló a lo largo de seis años. En él, se extraen cuestiones básicas relacionadas a temas como: el primer encuentro entre paciente y psicoterapeuta; las dificultades de sentir empatía hacia un niño violento o autista; los prejuicios que interfieren en el tratamiento y los problemas específicos que conlleva tratar a personas de edad.
          El doctor Bettelheim pone de manifiesto en esas páginas como se enfrentaba él, a la psicoterapia (“la profesión imposible”, como la denominaba Freud), como abordaba a un paciente y que le pedía al psicoterapeuta: “ayudar al paciente a reestructurar su personalidad de modo que pudiera vivir más cómodo consigo mismo”, todo ello a través de la observación de la intuición, de lo que él llamaba el “arte de lo obvio”.
          En este libro, no solo se pueden encontrar casos en los cuales se examinan con detenimiento los aspectos de la psicoterapia antes mencionados, sino que además contiene valioso material teórico-práctico que puede servirnos como referencia a aquellos que nos estamos iniciando en el terreno de la psicología, y a los que como yo, esta situación carga el pensamiento de interrogantes y fantasías, que pienso son naturales. Pero si fuera yo el único fantasioso, creo que estarán de acuerdo conmigo en que todos buscamos ser eficientes en cualquier cosa que emprendemos, más aún cuando es algo en lo que decidimos involucrarnos bajo el estímulo de una decisión personal, y vocacional en el mejor de los casos.
        Voy a referirme más adelante a este libro y a algunos de los tan valiosos aportes que en él, dejó para la psicología infantil el Dr. Bettelheim, quien  tuvo una influencia trascendental en el siglo XX, y quien dedicó a esta profesión toda su vida.
       
 
 ALGUNAS APRECIACIONES PERSONALES-
 
      
 Recorriendo los primeros tramos de este duro camino que parecer ser y es tercer ciclo, el abordaje de las temáticas que nos introducen mas directamente en la base teórico-práctica de esta carrera y ahora la consigna planteada en este espacio de taller, son algunos de los aspectos que generan la aparición de varias interrogantes, pensamientos contradictorios, incertezas y una gran expectativa.
         Por todo ello he sentido la necesidad de rever aquellos pensamientos y vivencias que me impulsaron a acercarme a esta casa de estudios. Hoy me doy cuenta que muchas de ellas eran pura fantasía, y a veces entre idas y vueltas, parciales, reuniones, exámenes y toda esa locura, me pregunto; ¿estoy estudiando psicología? Me parece que todavía no caí en la cuenta del lío en el que estoy metido!
         Ojo! No pretendo dejar la sensación de que para mi signifique una experiencia negativa lo que hasta ahora hemos compartido como estudiantes con docentes, consultantes, y algunos pacientes. Por el contrario, cada día crece el entusiasmo por continuar conociendo y profundizando en las diferentes áreas de estudio de esta facultad y, como dije en nuestro primer encuentro, soy muy feliz de lo que hago.
          Hemos hablado en encuentros anteriores acerca de “que es la psicología”.
          Pero yo también me pregunto; ¿que es ser psicólogo? Tal vez no encuentre nunca la respuesta a esta pregunta, en una forma mas completa o terminada, o tal vez si. Pero me refiero al hecho de que pretendo buscar la legitimidad más que la legalidad, en el desarrollo de esta profesión, siempre que llegue a obtener ese codiciado “cartoncito”, que habilite al cumplimiento del aspecto que mencioné en segundo lugar, “lo legal”. Estaremos de acuerdo, pienso, que entre estar legalmente autorizado y ejercer una profesión con legitimidad, existe una diferencia notoria. En este sentido, no desconozco que si bien esto de alcanzar el título nos va a costar sangre, sudor y lágrimas, llegar a ser legítimos profesionales nos va a colocar en un proceso que no será menos duro, extenso y trabajoso.
         El Dr. Bettelheim, se refiere detalladamente a todos estos temas y otros, en el libro citado. Habla con los terapeutas, revisa los casos de los pacientes que están tratando, discrepa y pone con un criterio muy  didáctico, como tema de discusión, los procedimientos que aquellos utilizan en el abordaje de las diversas situaciones que afectan el terreno mental y psíquico de los internados.
        Se ocupa entonces, de aportar herramientas a sus colegas más jóvenes y estudiantes, cuando advertía en ellos una ausencia de las mismas a la hora de realizar valoraciones diagnósticas y planificar estrategias psicoterapéuticas.
         Es interesante señalar aquí, el agradecimiento profundo que expresaron todos o la mayoría de aquellos que fueron objeto de sus duros cuestionamientos, críticas y discrepancias, aun cuando en un primer momento, provocaron enojo, o por lo menos incomodidad. Ese testimonio de los discípulos, habla bien del trabajo “formador” del maestro y de las convicciones teórico-prácticas con las que enfrentaba  aquella tarea que además le apasionaba.
         Aquí es donde encuentro la conexión, entre lo que venía diciendo al comienzo y el objetivo que perseguía Bettelheim con aquella actitud intransigente con la cual se acercaba a quienes no habían logrado aún alcanzar “El Arte de lo Obvio”. El tenía siempre presente que lo más importante era el correcto abordaje de la situación del paciente, y exigía de quienes estaban a cargo del tratamiento, el más humano de los tratos de tal manera que utilizaba expresiones como “mimar”, “amar”, “alimentar”, y otras, las cuales para él, conformaban los elementos esenciales para un adecuado acercamiento a una persona que sufre, o que esta mentalmente perturbada.
         Y yo creo que todos buscamos lo mismo! Todos pretendemos que cuando nos sentimos enfermos, el médico que nos trate, lo haga eficientemente. Exigimos esa eficiencia del pediatra que controla a nuestros hijos, el mecánico que revisa nuestro coche, el odontólogo, en fin…
        Todos los días enfrentamos situaciones que nos ponen en contacto con personas que afectarán nuestra vida positiva o negativamente, y eso dependerá de si su intervención es realizada desde la responsabilidad, la aptitud, y la competencia, entre otras cosas. 
     LA IMPLICANCIA QUE TRASTOCA LA SUBJETIVIDAD
 
 Ya he comentado en encuentros anteriores del acercamiento que mantengo con pacientes en salas de pediatría, por mi inserción laboral como auxiliar de enfermería tanto en el Hospital Pereira Rossell, como en Medica Uruguaya. Muchos de ellos ingresan con diagnóstico de “paciente psiquiátrico”. Mi tarea consiste en acercarle un multicolor paquete de comprimidos cada mañana, y “si se excita”, o sea si comienza a romper todo y convertirse en una amenaza potencial para los demás pacientes de la sala, entonces hay que “agarrarlo”, e inyectarle algo por vía I. M. (intramuscular) para que se tranquilice.
          Lo que llama la atención es que este fenómeno es cada vez más frecuente.
          Hay pequeños que desde los ocho años ya comienzan a frecuentar las salas de pediatría con diagnóstico de I. A. E. (intento de autoeliminación), para luego comenzar a ser tratados en el servicio de psiquiatría infantil, es decir que muchos de ellos ya crean un antecedente que será estigmatizante en el curso de su vida futura.
           Por otro lado, su contacto con la medicación que comienzan a consumir (en la mayoría de los casos), muchos de ellos, no son capaces de abandonarla nunca más, porque esos primeros episodios a los cuales he hecho referencia, se transformaron en el comienzo de un futuro proceso de diversas perturbaciones mentales u otras.
           Es interesante que a todos esos episodios que he mencionado, y que se dan generalmente en niñas, subyace un fuerte componente familiar que  va luego a constituirse en parte de la plataforma sobre la cual se construye la perturbación que afectará a ese niño que deberá aprender a lidiar en toda su existencia con algo que de alguna forma le fue heredado, o sea su entorno familiar se lo otorgó como legado. Tan es así, que se hace evidente incluso para los integrantes del equipo de enfermería al cual no compete explícitamente la tarea de investigar esos aspectos del motivo de internación del paciente.
           Como se puede ver, la implicancia que tengo con la temática, parte desde lo laboral y resulta un elemento que estimula mi búsqueda por el impacto emocional que me provoca el enfrentarme con los chicos que padecen este tipo de patología. Por un lado es un profundo rechazo! Sobre todo con aquellos que tienen un comportamiento agresivo. Tal ves por no tener mas instrumentos para intervenir, que los que ya mencioné, y eso provoca la aparición de un sentimiento de rechazo y temor. Como asi también, nos embarga una gran
pena por la situación actual del niño y el pronóstico, que bastante oscuro parece  presentarse.
        Todo esto que menciono, nada más son algunas de las apreciaciones que hago desde mi lugar, y que son de alguna manera las que hacen las veces de disparador en el inicio de lo que pretende ser este trabajo.
         Pero deseo hacer una contextualización de mi investigación. A partir de estas situaciones, propongo aproximarme a profundizar cual es la relación de las dinámicas intrafamiliares y como podrían estas influir en el desarrollo de algún tipo de perturbación en el aparato anímico o en otra área (emocional), que pueda derivar en una futura patología de entidad mayor.
         Propongo tomar como supuesto inicial para la profundización de este tema, que el niño que padece una patología de índole psiquiátrico, emerge de una familia que aporta elementos que favorecerán el desarrollo de la misma.
         Junto a esta consideración, tomo también lo expuesto por el Dr. Bettelheim cuando analizó la situación de los chicos internados en una clínica psiquiátrica dirigida por un colega que solicitó su apoyo teórico-técnico.
          Luego de revisar la ficha de los internos por ser agresivos y alborotadores, comprobó horrorizado que muchos de ellos habían sido antes maltratados en sus hogares. Ante esto el establecía que este aspecto no podía dejarse al margen de los elementos a considerar a la hora de comenzar una intervención que pretenda cultivar por lo menos, una buena comunicación con aquellos muchachos destituidos de los privilegios sociales comunes.
 
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